Hoy me propuse ser feliz y decido no desaprovechar el día.
Decido cambiar mi ser, mi forma de pensar, mi alma entera sí con ello viviera.
Para ello decido lavar mis ojos para verlo más claro,
calzar mis pies agrietados para poder con ellos marcharme
y ungir las manos sudorosas para poder con fuerza sujetarme.
Limpiar lo que me rodea y respirar ese aire fresco que tanto necesito,
sin nada que lo enturbie y sin nadie que lo manche
con sus gestos y sus injurias, y sus ganas de injuriarme.
Decido abrir mis alas al mundo y volar hasta donde ellas me lleven,
hasta que mis fuerzas aguanten y mi cuerpo cansado renuncie a elevarme.
Hoy decido volver a sentir,
a cambiar la música que sonaba y que tanto daño me causaba
de temores y miedos que a mi mente nublaban.
Toca renacer y pasar página,
a apartar de mis esas piedras que tanto me dañaban.
A subir los peldaños de la vida,
aunque sea despacito para no fatigar de nuevo el alma.
Salir de esa estación a oscuras y sin sentido,
donde yo mismo me maltrataba.
De ese túnel turbio donde las almas más profundas me agarraban.
Destruir mi pasado sin con ello, mi mente se liberaba.
Por fin he decido mi camino, el que debo tener.
Que mi sendero sea llano y si con algo me tropiezo,
que me vuelva a levantar sin temor a sentirme hundido
por no ser capaz de conseguirlo.
Sé que mi camino será largo, pero también sé que ya estaba escrito.
Que no cambiaré ni una coma de mis episodios manuscritos,
ni un punto aparte de cualquier entonación que tenga mi destino.
Que las penas duran un segundo y las alegrías toda una vida
y que, aunque haya cicatrices que no se curan,
las aliviaré con pensamientos positivos.
Y que por muy mal que tenga el día,
solo haré un inciso para pararme y recobrar fuerzas para seguir mi aventura.
Tendré la recompensa de mis siembras,
de aquellas que plante hace tiempo.
Y si hubiera hierbajos que las asfixiase, yo mismo con mis manos,
las arrancaría de cuajo y las liberaría.
Así que…
Decido sin titubear en ningún punto,
que mi vida es solo mía y que debo volver a vivirla
ya que la dejé escondida por temor a que alguien pudiera embarrarla.
Aquella que labré con mis manos y que tanto amé cada día.