El hombre de hierro

Se sentó junto a él y mirando al horizonte esperó a que el universo le diera una respuesta. Recordó cuando todo el paisaje era de colores y brotaban las esperanzas alrededor suyo. Ahora tan sólo veía el crepúsculo del sol llegando al vértice del mar y fundiéndose en su costado. Suspiró, miró de nuevo al que estaba a su lado inerte y volvió a dirigir la mirada hacia el inmenso océano. Las olas acariciaban sus pies sintiendo como la calma le atrapaba. La paz volvió a su ser y se hizo sosegada.

– Veo que aun continuas aquí sentado -le dijo sin recibir respuesta- Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. Tú aquí, sedente sobre la arena, inmóvil entre tus pensamientos esperando una respuesta; y yo fuera, viviendo cada momento que tú te niegas, aguardando el día que quieras levantarte y seguir caminando. No sabes lo que te pierdes.

La brisa del mar jugó entre ellos e hizo pequeños remolinos de fina arena para llamar su atención. Derrotada, se sintió triste y desapareció en silencio hacia el sinfín de pequeños torbellinos que en la playa se alzaban.

– El tiempo se acaba, ya vamos siendo mayores y yo ya me encuentro cansado -continuó diciéndole- Me siento muchas veces a tu lado esperando respuestas, creyendo que cuando me llamas es porque al fin has decidido dar el paso y veo que no es cierto, que tan solo te acuerdas de mí para saber dónde estoy y que es lo que estoy haciendo. Y yo, como todas las veces que me acerco a ti, te pido que hagas algo, que te animes, que te levantes de tu asiento en esta arena blanca y que sigas caminando. Pero decidiste pararte y elegiste esperar porque no sabías que puerta escoger, sentarte a ver cuál de ellas se abriría primero y que te mostrara el camino más sencillo y no tomar decisiones que pudieran atormentarte. Pero nunca ocurrió y aquí sigues parado porque el mundo se hizo grande a tus pies. Pasan los días y me siento a tu lado para ver si reaccionas y sales de este agujero que has creado para sentirte a salvo, ese universo que por más que busco nunca lo encuentro. Quieres ser de nuevo niño en el cuerpo de un hombre, volver a ser de madera y no convertirte en hierro.   

Le miró a la cara con lágrimas en los ojos e intentó tocarle, pero el miedo a fundirse con él le hizo desistir de sus intenciones.

– Yo sé que te alegras de verme y que muchas veces quieres que vuelva, pero es imposible hacerlo porque sigues frio, inmerso en tus recuerdos y en ese pasado en el cual sigues amarrado. Sabes que sería tu respuesta al sufrimiento y al miedo interno al cual sigues aferrado.

El aire rebotó en sus cuerpos haciéndose de nuevo el silencio y quedándose con ellos mientras el sol desaparecía en el horizonte.

– Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos, que a veces olvido porque me he marchado. Decidí salir de tu coraza de bronce y metal oxidado, era lo correcto para seguir subsistiendo y no volvernos locos. Tú aquí solo, en la inmensidad de esta existencia que no te deja avanzar. Yo fuera, transitando por el mundo e imaginando como podrías estar viviendo. Te acoplaste en la arena a descansar y me pediste un segundo que se hizo eterno. Te hiciste al ambiente, al mar y al viento. Tu corazón dejó de latir para quedarte inmóvil en este inmenso océano de sentimientos. Te convertiste en hierro para protégele y que nadie le hiciera daño. Dejaste pasar primaveras, veranos, otoños e inviernos y te sentiste tan cómodo que no quisiste volver a enfrentarte a ese mundo donde tantos nos hirieron.

Yo te seguí hasta que me cansé de hacerlo y salí de tu cuerpo para surcar en solitario el cielo. Tu quisiste ser cuerpo consciente de tus recuerdos y yo alma viajera para que ellos no me cogieran. A ti te daba miedo seguir adelante, a mí me daba pánico quedarme estancado. No sé si la decisión fue la correcta pero aquí sigues sentado, esperando a que vuelva y pudrirme a tu lado para no sentirte tan desamparado…

…y me niego.

Ya somos mayores y cuenta que un día cuando menos te lo esperes, te agrietarás y te saldrán agujeros. Con el tiempo te reemplazan y puede que dejen tu hueco vacío. Ya no habrá hombre de madera, ni de bronce ni de hierro y te aseguro que ya no habrá pasado que nos ate ni futuro que nos espere. La vida es corta y el tiempo pasa todos: para niños y para hombres, para la carne y para el fuego…

… Así que, amigo, dime que hacemos, ¿seguimos parados o emprendemos de nuevo el vuelo?

Jesús M.ª Salvador