No sé cómo he llegado hasta este punto. No sé cómo caí, como no me di cuenta a tiempo o cuando no quise ver que me estaba precipitando contra el suelo. Cuando tropecé y no quise levantarme porque me resultaba más cómodo estar tumbado. Dejé que las piedras se fueran asentando a mi alrededor y no me propuse nada más que esperar a que estas se apartasen y no me cubrieran por completo. El ego me hizo trizas, pero siempre fue para complacerte.
Creo que seguí todos los pasos indicados, el camino trazado, los objetivos marcados. Desde siempre así sentí y lo comprendí. Desde que me creaste, me mostraste el niño que había en mí, la luz iluminaba mi vida, mi libro de lomo negro con páginas en blanco que teñí de tinieblas. Me pediste una historia y te la escribí, un poema y te lo dediqué. Una sonrisa, un suspiro, una lágrima viva cuando me lo indicaste y, forzando todo mi ser, aun así, te la ofrecí. Y sigo aquí, cubierto por la primera piedra que una vez me tiraste para que me diera cuenta que mi camino no iba a ser un lecho de rosas y lo aguanté para no decepcionarte.
Cuanto ha pasado de esto, ¿diez años, veinte, un siglo, cien…?
No he aprendido todavía o aprendí demasiado deprisa y me resbalé. Te pedí ser niño y fui joven, ser dichoso y bajé tres escalones, saber de la vida y me apalearon por saber demasiado. Creo que al igual que me lo diste me lo quitaste, era lógico. Mi vida no es mía sino tuya, tal vez no te entendí lo suficiente para saber lo que querías decirme. Ahora estoy en boca de todos por ser lo peor que creaste, pero solo quise amar y ser amado.
“Te estás equivocando”. Una y otra vez así me dijiste en sueños. Pero opté por conformarme para no desviarme de tu camino e incluso me esperé a que me dieras las pautas suficientes para seguir llevando a los tuyos por el camino marcado. Todo por no defraudarte. Dejé que la arena cubriera mi rostro que minaron mis fuerzas para quitármela de en medio, que rompí mis uñas arañando cada abertura de aire que entraba junto a la minúscula luz del sol que me iluminaba. Solo con eso me conformaba. No supe hacerlo bien o no supe expresarme lo suficiente para que lo comprendieras, pero a veces se olvidaba que tú eras el Todopoderoso.
Teresa decía que sintió tu “oscuridad” y hasta hoy no la comprendí. Te tenía tan cerca que no se dio ni cuenta porque tenía sed de ti en todo momento y ansiaba cada vez más tu presencia. Pero siempre te tuvo ahí y tal vez no se dio ni cuenta porque lo que quería no era lo que le dabas. Así me siento yo, ahora después de tantos siglos que han pasado.
Ahora estoy perdido, ahora ya tengo miedo. La ansiedad agobia mi ser y la depresión hace mella en este preciso instante ya que no tengo fuerzas ni para salir de este agujero que he creado. Toqué fondo y aun así había más para seguir cayendo. Todo lo que había ganado, lo he perdido en un instante. Quise ser tu ángel predilecto y no supe cómo ganarme el cielo y por esto estoy en el infierno, en mi propio infierno.
Sigues resonando en mis odios: “aunque todo te vaya mal, sigue construyendo” Pero me desmotivé y seguí escribiendo con renglones torcidos y expresando todo aquello que sentía; y aun así insistías: “sigue escribiendo”.
No supe expresarme lo suficiente para explicar que todos somos uno y nuestros problemas es parte del todo y que tenté una y otra vez porque para demostrar que un camino de rosas estaba lleno de espinas. Y seguí unificando porque me pediste que fuera tu contrapunto de aquello que realzabas en cada momento. Que todo lo que sube baja y que, si escupías al cielo, te caía en la cara. Cuantas veces me lo han hecho a mí y cuanta me han insultado. Cuantas he cedido y me he apartado, y cuantas he dejado que me sigan pisoteando. Aun así, he continuado. Y después de todo, ¿puedes amar a Dios cuando la vida se complica? ¿Puedes creer en Él cuando no está para consolarte después de todo lo que te ha hecho? ¿De verdad existe?
Recuerda: “no llorarás, no soltarás ni una lágrima, aunque las heridas sean tan profundas que nunca sanarán”.
Claro que existe, para mí existe. No ha sido Él que me ha dado esta vida complicada para ponerme a prueba, he sido yo mismo quien no he sabido saborear bien la vida, el que le reté, el que me bajé de los altares para perecer en las profundidades. El que aún te ama a pesar de todo. Tal vez no he sembrado como debía sembrar o tal vez no era el sitio indicado. Creo que sigue estando a mi lado, aunque ya no le vea o no he sepa localizarle. Aun así, le siento a mi lado.
¡¡¡Tanto desasosiego…!!!
Dejé de ser ángel del cielo para convertirme en soldado de barro por defenderte. En el fondo luché con todas mis fuerzas para que nadie sufriera a mi alrededor y perdí en la batalla de la misión más importante que me encomendaste.
Ahora sigo sentado esperando mi destino, que alguna de las puertas que hay a mi alrededor se abra y pueda de nuevo volver a remontar el vuelo y estar en tus brazos. Tal vez salir de entre las piedras caminando a mi nuevo destino. Y si no fuera así, que me aplasten para dejarme totalmente sepultado y que todo acabe como había empezado.
Aun así, herido, hundido, sin aliento y fatigado, tengo que hacer mi último esfuerzo para decirte:
“Padre aun sigo siendo tu hijo”
@ Texto: Jesús M.ª Salvador
@ Imagen: Oleksandr P en pexels